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Mostrando entradas de octubre, 2010

Verte ahí en el café

Tú tienes en la voz la dulzura del agua de menta; existe en tu presencia algo así como un sonar de campanas pequeñas; parece que el caminar tus pies se desplazaran un poco más arriba del suelo. Es como si en ti hubiesen mezclado suavemente, durante años, una pequeña dosis de paz; macerada con agua limpia y con paciencia de tejedor. ¿Suena extraño cierto? Pero son palabras; palabras para tratar de nombrar tu presencia, alguien alguna vez decía que “pensar en alguien se parece a salvarlo”; tal vez no haya nada que salvar; tal vez un recuerdo simple se parezca a una tabla en medio de un mar tormentoso. Pero existe en ti esa paz escasa, no la que produce la ausencia de problemas; no; es la otra, la que permite que una sonrisa se asome en el rostro, aún en medio del conflicto.

La hora en que nos vimos

Haberte encontrado viva por las playas de Hemingway cuando apenas caía la tarde incrustándose en las palmeras, pequeños faros de aromas que se van entretejiendo del aroma del mar por donde la brisa y el horizonte van dejando entrever a Oh Marinheiro surcando con sus veladoras a otros mares e islas. Haberte encontrado entre las noches cíclicas y los diáfanos días que trágicamente no pasan en vano. Es saber que me alegra el milagro de haberte encontrado en el tren de las cinco de la tarde, hora en que es de día y es de noche, un diminuto momento. Un encuentro nunca buscado, nunca soñado, nunca señalado. Caminamos el uno al lado del otro por una pequeña acera entretejiendo como la brisa y el mar, su aroma; también nuestro aroma y las palabras que se iban reconociendo en cada hendidura, en cada pliegue de las entonaciones de silabas y afirmaciones, entre una mirada y una pregunta. Nos fuimos dejando llevar de una mirada que hablaba de agrado y de gusto, nos fuimos dejando llevar de la cort