Escribir

Ese volver constante ante las inclemencia de los días y de las horas que se hacen tangibles entre una decisión y otra, hace que en ocasiones se pierda la permanencia del hacer en la escritura, a veces en tu piel cálida y serena, otras en el papel en que tantas ocasiones dejo por sentado lo que en mí corazón emana como el beso para cada mañana y una oración poética para tu rostro mi compañera de viaje.

Pero otras veces la inspiración no llega a un granel de sensaciones, emociones y es cuando se pierde el camino trazado, evocado desde el tintero hasta caer la tinta en la piel, en el papel, para evocar un poco de amor y odio, un poco de desenfreno y control...Con esa constante del denunciar, promulgar lo que es cierto aquí y allá.

Y aunque el escribir se me hace viable siempre, a veces me cuestiono hasta dónde irá, quién lo leerá si usted, ella, él, tú y otros. Nunca he buscado a mis lectores, ellos se hacen con el pasar de mí tinta por cada resquicio de la vida, de la piel y el papel. Quizá ya están o quizá aún no han llegado, los lectores fieles que siempre han de buscar una respuesta, un soñar en éstas letras desnudas de artificios, naderías que no llevan a nada. Siempre han de buscar algo que reconforte, alivie, complace. Y así encontrar un puente interoceánico, un lenguaje mutuo.

Porque siempre escribo para los demás, nunca he escrito para mí, nunca me he tomado la tarea de hacerlo. Porque la escritura es un bien público entre un lector y escritor. Y aunque soy el promulgador de ellos, al final solamente se trata de un hacedor de palabras, palabras que no son mías, son de ustedes. Es sólo que hago de ellas algo más visible, algo entendible.

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