Horas de llanto. II

Y por esas cosas de la causalidad, a las cuales les sonrió por ser tan particulares. Una tarde de agosto, en otra hora, en otro lugar, en donde disfrutaba de una cerveza, en la barra de un bar, momento para el cual escribía algunas anotaciones para la novela, sentí a alguien llorar, estaba a mi lado, tomando una margarita. De nuevo la vi, esta vez no estaba con aquel hombre. Así que quise saludar cuando vi su copa vacía, justo las palabras se había congregado y justo ella pagaba, pronuncié una palabra pero su llanto no la dejó oír.

Pero alguien más lo hizo, en un momento más personal, en el momento en que le salvé la vida a alguien que quería terminar con su vida, después de haber llorado toda la noche. Quizá ahora le encuentro alguna explicación al llanto. Quizá era ese momento, en que alguien al no comprender la separación de los amantes, ella y él, quizá necesitaba estar con alguien, pues su alma no era tan benevolente ya que quería acabar con su vida y estuve para detenerlo. Y definitivamente hay momentos en que nos necesitamos.

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